Eran las 9:12 am. No podré olvidar el momento justo en que vi esa hora en el reloj, un Casio blanco algo sucio por el roce de las cosas, era sábado, uno de esos días que empiezan grises, tristes y que dan ganas de dormir hasta altas horas. Pero este fin de semana no era como cualquier otro, hoy Valeria y yo nos disponíamos a ir a la comunidad de Vigo, son casi 2 horas de viaje desde Orense, lugar donde vivo.
¡Partida! Montadas en mi “Katrina”, un carro Renault Twingo que mi mamá compró poco después de mudarse a España. Conducía con los vidrios abierto, la temperatura exterior era de 3ºC, los árboles secos, las hojas al borde de la autopista que manejaba a una velocidad regulada de 80 km/h. Mientras, Valeria, revisaba los lugares que visitaríamos una vez que llegáramos a nuestro ansiado destino.
-Ana, me parece que deberíamos ir primero a la Gran Vía.
-¿Al tranvía? ¿Y a donde nos lleva?
-ja.ja.ja GRAN VIA, dijo entre risas.
-jajajaj que idiota soy. Bueno vale si tú lo crees conveniente, así será.
Así, en medio de una amena conversación con mi mejor amiga vimos un letrero que decía “Gran Vía”. ¡Chachis, llegamos!. Buscamos donde estacionar y sentíamos que dábamos vueltas en una montaña rusa, es impresionante la cantidad de glorietas viales que hay en las carreteras españolas. ¡Al fin, un puesto! maniobrando en mi pequeña katrina logre estacionarla en un lugar que parecía ser para un carrito de supermercado.
Caminábamos del carro con un lugar fijo en la mente “Centro Comercial Gran Vía”, el mapa de la ciudad en las manos nos hacia perdernos mas que ayudarnos a llegar al sitio deseado, es casi tan complicado cerrar el mapa como saber usarlo.
¡Guaooooo! Grite, mira ¡Oh por Dios! Estábamos frente a la Feria Real de Vigo. No podía creerlo era el sábado deseado en el sitio adecuado.
La Feria Real de Vigo, es una tradición desde 1927, son puestos de venta que tienen muchas cosas usadas que la gente de toda España dona y luego se venden aquí para dar el dinero a fines benéficos, la mayor colaboración la dan a la Asociación de Niños huérfanos.
Decidimos entrar sin consultarnos la una con la otra. Con solo vernos a las caras supimos que era el lugar correcto para pasar el día entero, no solo compraríamos cosas que siempre soñamos tener, como lentes de la época de los 70, como los que usaba la abuelita cuando era menos arrugada.
Allí estaba “la mantita” donde vendían lentes de esos que tanto estábamos buscando; desde que sabíamos que viajaríamos a España, llegamos y nos medimos unos estilo ray.ban de aviador, uno que nos hacia ver como moscas, cada cual más extraño que el anterior.
-Señor en cuanto salen estos. Pregunto Valeria.
-Son 5 euros. Todo a 5 euros. Barato.
-Ana, ¿te los compras?
- No, esos me gustan mucho. Prefiero estos, míralos, son hermosos.
Eran unos lentes en forma de corazones, de color rojo. Me los puse y sentí que yo estaba hecha para ellos.
-Señor me los llevo.
Saliendo de la feria con mis lentes en forma de corazón puestos, nos dimos cuenta que habíamos pasado el día en la feria sin visitar ningún otro sitio de la ciudad.
Decidimos ir a comer algo para emprender de nuevo el viaje a Orense, fuimos al Paseo Marítimo, es un boulevard que queda en el muelle y donde hay marisquerías, cervecerias, cafeterias y algunos otros sitios donde comer o sentarse un rato a “picar” algo.
Nos sentamos a comer, yo seguia con mis lentes recien comprados y hablaba con Valeria de algún tema sin importancia, algún chisme barato por llamarlo de alguna forma.
De pronto, en medio de la comida ví que cerca de este lugar había unos niños pidiendo dinero, aun cuando en mis ojos tenia el conocido logo del amor y que para tenerlos había colaborado con una causa benéfica, me di cuenta que en el mundo todavía hay mucha gente necesitada pero que sin la ayuda que cada uno de nosotros, no será posible un cambio.